lunes, 20 de agosto de 2012

Miguel Bosé: “Soy lo que tú necesitas”


La suite donde se hospeda Miguel Bosé se percibe tranquila. La alfombra acalla los pasos. Él sale de una habitación. Viste pantalón de mezclilla y un jersey azul marino de cuello alto. Saluda de mano. ¿Cómo estás? Gracias por venir. A la luz natural, sus ojos son como la miel. Luce cansado, un tanto harto, a decir verdad. El reloj marca cerca de las dos de la tarde. Su rostro no oculta que hace tiempo dejó de impresionarse: todas las preguntas maravillosas las ha contestado ya. Intenta no desbordar en palabras ni en emociones. Responde con evidente hastío.
Llevo dos noches sin dormir… —comenta la reportera ante una grabadora que tarda en reaccionar. Miguel observa la maniobra. Medio frunce el ceño y pregunta: ¿Por qué, tienes mucho trabajo? —No, ¡por la emoción de venir a verte! Un seco Mh, de vuelta. Los piropos salen sobrando. Miguel ni se inmuta. Quisiera contarte una historia… —ella insiste en sus halagos. No —corta él—, mejor haz tus preguntas. No tengo mucho tiempo. Todavía faltan las entrevistas para televisión.
La vida vivida con arte es un tanto singular… ¿En qué te convirtió haber crecido entre grandes artistas?
Tuvo mucho que ver, sin duda alguna, pero eso no fue lo más importante. El hecho de que yo esté donde esté y tenga todas las cualidades y capacidades que tengo es porque hay un punto de partida, eso está documentado y se llama ADN.
Has tocado el arte, eres un creador y desde ahí miras el mundo. ¿Cómo has asimilado tu propia vida?
Uno no suele darse cuenta de dónde empieza y termina su propia piel. Hay una serie de cosas que pueden valorarse, constatarse desde fuera y que le pertenecen a uno, pero que viviéndolas a diario uno no las nota.
Hijo del torero español Luis Miguel Dominguín y la actriz italiana Lucía Bosé, ahijado del cineasta Luchino Visconti, los amigos íntimos de tu familia fueron Picasso y Hemingway…
Yo no me acuerdo de ninguno de ellos; de algunos tal vez. De Picasso sí porque lo viví y conviví con él desde que yo tenía cuatro años de edad hasta que se nos fue. Me veo en fotografías con todos ellos, pero no tengo recuerdos claros.
(Suena el timbre de la suite)
Debes ser la comida, ¿te parece si nos trasladamos al sofá?
Para ti ¿qué tienen en común los grandes artistas?
¿Los grandes, grandes, grandes? La normalidad. Los grandes artistas son la gente más normal.
¿Qué libros te gusta leer?
De todo. Tengo varias lecturas, nunca tengo un solo libro que leo. Dependiendo del momento, del estado de ánimo y de mis necesidades es como los abordo.
¿Tienes algún autor preferido?
No.
¿Qué música aprecias?
Toda, igual que los libros.
¿Cuál es tu principio, tu filosofía de vida, tu mayor búsqueda?
La coherencia, la justicia.
Supongo que no voy a volver a verte nunca más… Quisiera preguntarte cómo te gustaría ser recordado.
Como un buen amigo. (Miguel se queda con palabras en los labios. Lástima que no quiera decir más).
¿Cuál querrías que fuese tu principal aportación a la vida?
No tengo pretensiones a ese respecto, aunque supongo que hay muchas cosas que ya están ahí depositadas, sembradas, algunas de ellas incluso germinadas, otras desarrolladas. No se pasa por esta vida con esa pretensión. Se pasa por esta vida con la necesidad de resolverse uno mismo, de conocerse, de bucearse, de ser feliz, de tocar el dolor lo menos posible y de dormir tranquilo.
En palabras tuyas: educación, respeto, cultura, autoridad y amor conforman el mejor legado a los hijos…
Bueno, no lo sé, eso en general tendría que asegurarlo el Estado —permanece un segundo pensativo—. También las personas, sí, está bien.
Miguel, muchas gracias.
De nada, un placer.
¿Se puede una foto contigo?
Sí, claro. Pero rápido porque se enfría la comida…

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