lunes, 12 de agosto de 2013

Bosé se impone en la noche vilagarciana ante una legión de seguidoras entregadas


La agradable noche vilagarciana fue el contexto ideal para que ayer Miguel Bosé se diera un baño de afecto con una legión de fans (cerca de 7.000), convirtiendo Fexdega en un lugar verdaderamente mágico para la única parada gallega de su exitosa gira "Papitwo". El incansable artista deleitó a un público mayoritariamente femenino con un espectáculo que no decayó en ningún momento y que contó con coros multitudinarios en todos los temas que interpretó, buena muestra de la maravillosa entrega de sus incondicionales.
Desde mucho antes de que las puertas se abrieran para el primer y mayor concierto de las fiestas de San Roque, el ambiente en los aledaños de A Maroma ya presagiaba algo grande. Gente llegada de toda Galicia, grupos de chicas que la mayoría de ellas ya tienen hijos en la ESO o Bachiller, turistas sevillanos a los que les costaba encontrar el recinto e incluso un grupo de fans peruanas que lograron acomodarse en primera fila, formaban el variopinto público anoche.
Los abanicos con el nombre del artista causaron furor entre las féminas, que se las arreglaron para sustituir el ausente aire natural con unas brisas patrocinadas por su ídolo. Una mujer de unos 40 años se fotografiaba con el abanico para inmediatamente subir al Facebook la instantánea. "En Vilagarcía, con Miguel", escribía para dar envidia a sus amigas desde donde quiera que estuviesen leyéndola.
Mejorando lo pasado
El concierto comenzó con un leve retraso y con Bosé apareciendo detrás de una tela azul. Lucía una chaqueta impropia de las altas temperaturas de una noche estival, con una camisa retro estampada y un sobrio pantalón que estilizaba todavía más su espigada figura.
Pese a sus 57 añazos, el cantante sigue derritiendo a sus admiradoras y asombrando por su buena imagen a los caballeros. Ya no es el histrión de antaño y tampoco se mueve sin parar, más bien se agita lo justo, pero ha sabido madurar como solo los grandes lo hacen, adaptando toda su escenografía para ponerla al servicio de una voz profunda e inconfundible.
"Mirarte" fue el tema con el que abrió su espectáculo. El público estalló en un grito que contagió un movimiento multitudinario. La segunda estación se llamaba "Duende". Gracias al sensacional trabajo de puesta al día y al potente directo de Bosé, temas como este, que tienen varias décadas de historia, se vuelven no solo actuales, sino hasta modernos.
Sus cambios de ritmo, su eclecticismo, su actitud elegante y sofisticada -provocadora a veces, como cuando dijo "abrid los corazones, las almas y las piernas"- siguen convirtiendo canciones aparentemente sencillas en auténticos himnos.
Difícil calibrar los temas que levantaron más a un público que se autoimpuso un ritmo tan vigoroso desde el arranque, pero quizás sus éxitos "Nena" y "Don Diablo" fueron los que más elevaron el coro de voces anónimas unidas por su pasión por Bosé.
El cantante se sinceró con su público para decirle que "la paz debe ser un derecho. Quiero que mis hijos vivan en un mundo sin guerras. Hay que ser más activos y pelear por nuestros derechos". Era el preludio de "Partisano". "Vilagarcía, ¿dónde estás que no te veo?", gritó en medio del estribillo de "Sol forastero". Un hombre le mostró el camino de vuelta a la realidad con un estremecedor "queremos un hijo tuyo". Parece que hay "Papito" para rato.

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